El calor invita a zambullirse en cualquier pileta o a viajar unos pocos kilómetros para disfrutar del río o de cualquier espejo de agua. El Cadillal suele ser en estos días el destino más elegido para refrescarse. Y se convierte en el gran escenario de las imprudencias, donde muchos ponen en peligro sus vidas sólo por picardía, advierten los bañeros.
El Cadillal, a 26 kilómetros al norte de la ruta 9, cada día de verano recibe a unos 1.000 visitantes. Sus ríos, su lago y su paisaje natural son verdaderos imanes. Pese a su aparente tranquilidad, el dique no es el lugar más seguro. Sus aguas, de hasta 67 metros de profundidad, con caídas abruptas y remolinos, pueden convertirse en una trampa mortal. Por eso es necesario tener mucho cuidado al sumergirse, insisten los expertos.
Cada fin de semana, los bañeros realizan hasta 10 rescates de chicos y jóvenes que se alejan de la costa y que no saben nadar. Luis Trejo, coordinador del grupo de bañeros que trabaja en el dique (por gestión del Ente Tucumán Turismo) sostuvo que uno de los principales déficit de los tucumanos es no saber nadar. "La gran mayoría no sabe hacerlo. Debería ser como aprender a andar en bicicleta", apunta.
Muchas veces el principal problema de los bañistas es creer que la seguridad pasa sólo por el guardavidas, considera Trejo. "Muchos padres dejan a sus hijos en el dique y se van a comer un asado a 200 o 300 metros. Se despreocupan porque estamos los bañeros y eso no está bien. Los menores siempre deben introducirse al agua bajo la supervisión de un adulto", resalta. Su recomendación no es infundada: las estadísticas indican que el ahogamiento es la segunda causa de muerte en los menores de 15 años.
No sólo se sienten niñeros de los menores, también de los adultos que no respetan la prohibición de meterse al agua estando ebrios. "Los alcoholizados nos dan mucho trabajo. Hacemos un trabajo de concientización, les pedimos a sus amigos que los hagan reflexionar. Si la cosa se pone fea, les pedimos intervención a la Policía Lacustre, que trabaja en la zona", explica. También deben estar por detrás de los bañistas osados que en forma permanente quieren atravesar el boyado para bañarse en las zonas prohibidas, donde el agua es muy profunda.
El rescate del "nadador cansado" es la actividad que más insume el tiempo de los guardavidas de El Cadillal. Son los que se largan a nadar, atraviesan los límites y luego se dan cuenta que perdieron toda la energía y ya no pueden retornar. Otras personas ingresan con la presunción de que el lago tiene una pendiente suave. De pronto se dan con la sorpresa de que, en un paso, ya no hacen pie. "Hay que ser muy cuidadosos y respetar la señalización", resaltó.
En el lago, que cubre 1.360 hectáreas y tiene 11 km de largo, sólo es seguro bañarse en la zona del anfiteatro. Los otros sectores son muy irregulares y no tienen vigilancia, por lo que se potencian los peligros.
No muy lejos del dique está el río Loro. En este curso de agua los peligros son mayores, según los bañeros. Los pozos de agua y la contracorriente actúan como verdaderas trampas, ya que facilitan el desplazamiento del cuerpo al sumergirse e impiden reconocer rápidamente signos de agotamiento.
Repentinas
Las crecientes representan otra amenaza para los visitantes de los ríos. "Porque son repentinas y llegan como consecuencia de una lluvia en la montaña. Se reconocen cuando cambia el color del agua, se vuelve turbia y se llena de ramas", resaltó.
Según estudios realizados en el dique hace más de una década, al contrario de lo que se creía, el mayor peligro de ahogamiento se encontraba en la costa del lago. Los guardavidas resaltaron que tras el plan de seguridad implementado se redujeron prácticamente a cero las muertes. El relevamiento indicó que la población más susceptible a los riesgos es la de menores de 25 años. Son personas que se encuentran alcoholizadas y que suelen transgredir las normas, explicó Sergio Wilde, experto en Educación Física, que se dedica a explotar excursiones en El Cadillal.